Musée du Louvre, París. 2014. |
En la colina noroeste de Susa, Darío I (522 - 486 a.C.) comenzó la construcción de su inmenso palacio. Este noble persa del clan de los aqueménidas iba a unificar a Irán y extender el imperio persa del Indo hasta el mar Egeo y Egipto.
El palacio de Darío se componía de dos conjuntos diferenciados:
1) Parte residencial, de tipo babilónico. Se organizaba en grandes patios rodeados de salas cuyos muros se ornaban con ladrillos de colores. El "friso de los arqueros" es el decorado más célebre y fastuoso. Con el arco, la albaja y la lanza, los personajes de este friso avanzan estáticos y severos, luciendo la túnica plisada persa y con guirnaldas en la cabeza. Este cuerpo de élite, llamado los "Inmortales" por el historiador griego Herodoto, simbolizan al pueblo persa con armas, enteramente al servicio de la monarquía y su rey.
2) Una basta sala de audiencias llamada "Apadana", de tradición iraní, decorada con treinta y seis columnas dispuestas en seis filas de seis. En el exterior, una doble fila de seis columnas mantenían cada uno de los pórticos de las tres fachadas: norte, este y oeste. Los capiteles tallados en caliza gris de las montañas de Zagros vienen ornados de prótomos, de toros o grifos. Su marcado perfil retoma un repertorio iconográfico mesopotámico nacido en el III milenio y muy utilizado por los asirios.
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